Gabriel García Marques escribió en su libro
"Vivir para contarla" que, en una reunión con Rafael Escalona, este
le contó que estaba componiendo una canción de la cual solo tenía las primeras estrofas; la nueva obra sería presentada en los carnavales de aquel año (tal vez 1952), pero el destino da vueltas inesperadas y la semana
anterior al carnaval, compartió su arte con un "trovador de abarca y
acordeón"(1). Esa misma semana Escalona cayó postrado en cama, víctima de una
fiebre pertinaz que le impidió ir al festejo. Lo interesante de la historia es
que el trovador casual terminó y presentó la canción convirtiéndose en
el mayor éxito de aquel carnaval.
La primera estrofa dice:
"Tengo que hacerle a la vieja Sara
Una visita que le ofrecí
pa´ que no diga de mí
que yo la tengo olvidada"
En 1991 Caracol Televisión presentó una serie
basada en la vida de Rafa Escalona. 33 capítulos que se emitían los domingos en
horas de la tarde cuando la vieja Sara nos hacía atender la pequeña
miscelánea, esta serie quedo grabada en el corazón de jóvenes y viejos quienes seguíamos paso a paso cada suceso novelístico. Fue allí cuando por primera
vez se escuchó esta canción que de una u otra manera siempre me ha transportado a
la vida de las matronas que se encargan de parir, criar y sacar adelante a sus
retoños pese a las dificultades que se presentan en la vida.
La vieja Sara, a quien empezamos a decirle de esta
manera desde 1991, nació en el municipio de Chivata a 14 Kilómetros de Tunja por allá en 1940, cuando la violencia entre conservadores y liberales empezaba
a hacer estragos en las comunidades campesinas, quienes eran manipulados por
las dirigencias políticas que azuzaban a la guerra por el "trapo".
Los conservadores, llenos de pánico por la violencia liberal; y los liberales, con
el pánico de la violencia conservadora; y los lideres, felices en
los cafés del centro de Bogotá discutiendo el destino del país, organizando el exterminio de unos y otros.
Asistió a tres años de escuela primaria a pesar del
temor y el odio que causaban los golpes y las golpizas de la profesora, sin
dejar de lado la envida inusitada que se generaba entre compañeros, todos igual
de pobres y todos viviendo en las mismas veredas. Esa condición no fue única de
esa zona; leyendo "Siervo Sin Tierra" de Eduardo Caballero Calderón,
noté que era una condición que se presentaba en las comunidades que se
peleaban por la pobreza.
Después de varios años de trabajo en el campo, de
pasar las duras y las maduras, de luchar contra la inclemencias de la
naturaleza, de tener pérdidas en los cultivares y de tratar de ayudar a la
familia, llegó la hora de buscar mejores rumbos; fue así como el destino la
trajo a Bogotá, acá conoció al señor Luis con quien en el 69 contrajo
nupcias, compraron una casa lote por tan solo dieciocho mil pesos (en estos
días le ofrecí $50.000 pero no me la quiso vender), y trajeron al mundo a tres
hermosos angelitos.
Trabajó durante 24 años consecutivos en el Hospital
San Juan de Dios, perteneció al sindicato, participó en protestas buscando los
beneficios de una pensión y mejores salarios, finalmente se pensiono
relativamente joven gracias a la lucha sindical; con su liquidación compro su
máquina de coser "Pfaff" y se dedicó a terminar de criar a sus hijos
que para entonces empezaban a acercarse a la adolescencia.
Algunas cosas no fueron fáciles, como el hecho de
que para esa época no se contara con acueducto en la casa, que no hubiese
suficiente transporte público para ir al trabajo, tener que dejar los hijos al
cuidado de extraños (quienes no siempre fueron buenas personas), el muy bajo
salario. Pero poco a poco las cosas fueron mejorando: llegó el agua a la casa, se compró el primer televisor y su equipo de sonido por si había que
organizar alguna fiesta familiar, luego llegó la nevera y
el teléfono, se visitaba de vez en cuando a la familia en Chivata y
lo más importante, hubo algunos regaños (poquiticos), pero siempre hubo algo que
comer y mucho pero mucho amor.
El pasado 6 de abril cumplió 75 añitos de
juventud acumulada, tiene los achaques que no faltan con la edad, cumple con la
"función social" de los abuelos (malcriar a los nietos) trasmite su
experiencia, no se puede quedar quieta a pesar de que su rodilla no la deja casi
mover, se volvió fanática del fútbol y de Millonarios por cuenta de su hijo mayor, quien la llevaba al estadio,
cocina los mejores fríjoles ensopados que haya probado nunca, me cuida y aún se
preocupa por mí.
La canción continúa y en otro aparte dice:
que dentro e´ mi pecho cabe el olvido
deja que pasen los años
que yo sigo siendo el mismo.
Un poco viejo me estoy poniendo
será por los años que van pasando
Pero yo la quiero y la estimo
Porque yo sigo siendo el mismo"
La frase que nunca podré olvidar me la repitió
desde que tengo memoria "mijo, estudie que es lo único que no le pueden
robar", de alguna manera se la trasmito a mis hijas y ella me la repite
para que yo se la diga a las niñas.
Vieja Sara, gracias por guiar nuestro
destino, gracias por obligar a hacer las tareas, gracias por enseñar de eso que
llaman responsabilidad, gracias por tanto amor. Hoy soy profesional gracias a
su tesón y a que me convenció de que era inteligente por tener dos coronillas.
(1) frase textual tomada de Vivir para Contarla de Gabriel García Marquez
Escrito y Publicado @Abdul_Jimenez_p
(1) frase textual tomada de Vivir para Contarla de Gabriel García Marquez
Escrito y Publicado @Abdul_Jimenez_p
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