domingo, 5 de julio de 2015

La Vieja Sara.

Gabriel García Marques escribió en su libro "Vivir para contarla" que, en una reunión con Rafael Escalona, este le contó que estaba componiendo una canción de la cual solo tenía las primeras estrofas; la nueva obra sería presentada en los carnavales de aquel año (tal vez 1952), pero el destino da vueltas inesperadas y la semana anterior al carnaval, compartió su arte con un "trovador de abarca y acordeón"(1). Esa misma semana Escalona cayó postrado en cama, víctima de una fiebre pertinaz que le impidió ir al festejo. Lo interesante de la historia es que el trovador casual terminó y  presentó la canción convirtiéndose en el mayor éxito de aquel carnaval.

La primera estrofa dice:

"Tengo que hacerle a la vieja Sara
Una visita que le ofrecí
pa´ que no diga de mí
que yo la tengo olvidada"

En 1991 Caracol Televisión presentó una serie basada en la vida de Rafa Escalona. 33 capítulos que se emitían los domingos en horas de la tarde cuando la vieja Sara nos hacía atender la pequeña miscelánea, esta serie quedo grabada en el corazón de jóvenes y viejos quienes seguíamos paso a paso cada suceso novelístico. Fue allí cuando por primera vez se escuchó esta canción que de una u otra manera siempre me ha transportado a la vida de las matronas que se encargan de parir, criar y sacar adelante a sus retoños pese a las dificultades que se presentan en la vida.

La vieja Sara, a quien empezamos a decirle de esta manera desde 1991, nació en el municipio de Chivata a 14 Kilómetros de Tunja por allá en 1940, cuando la violencia entre conservadores y liberales empezaba a hacer estragos en las comunidades campesinas, quienes eran manipulados por las dirigencias políticas que azuzaban a la guerra por el "trapo". Los conservadores, llenos de pánico por la violencia liberal; y los liberales, con el pánico de la violencia conservadora; y los lideres, felices en los cafés del centro de Bogotá discutiendo el destino del país, organizando el exterminio de unos y otros.

Asistió a tres años de escuela primaria a pesar del temor y el odio que causaban los golpes y las golpizas de la profesora, sin dejar de lado la envida inusitada que se generaba entre compañeros, todos igual de pobres y todos viviendo en las mismas veredas. Esa condición no fue única de esa zona; leyendo "Siervo Sin Tierra" de Eduardo Caballero Calderón, noté que era una condición que se presentaba en las comunidades que se peleaban por la pobreza.

Después de varios años de trabajo en el campo, de pasar las duras y las maduras, de luchar contra la inclemencias de la naturaleza, de tener pérdidas en los cultivares y de tratar de ayudar a la familia, llegó la hora de buscar mejores rumbos; fue así como el destino la trajo a Bogotá, acá conoció al señor Luis con quien en el 69 contrajo nupcias, compraron una casa lote por tan solo dieciocho mil pesos (en estos días le ofrecí $50.000 pero no me la quiso vender), y trajeron al mundo a tres hermosos angelitos.

Trabajó durante 24 años consecutivos en el Hospital San Juan de Dios, perteneció al sindicato, participó en protestas buscando los beneficios de una pensión y mejores salarios, finalmente se pensiono relativamente joven gracias a la lucha sindical; con su liquidación compro su máquina de coser "Pfaff" y se dedicó a terminar de criar a sus hijos que para entonces empezaban a acercarse a la adolescencia.

Algunas cosas no fueron fáciles, como el hecho de que para esa época no se contara con acueducto en la casa, que no hubiese suficiente transporte público para ir al trabajo, tener que dejar los hijos al cuidado de extraños (quienes no siempre fueron buenas personas), el muy bajo salario. Pero poco a poco las cosas fueron mejorando: llegó el agua a la casa, se compró el primer televisor y su equipo de sonido por si había que organizar alguna fiesta familiar, luego llegó la nevera y el teléfono, se visitaba de vez en cuando a la familia en Chivata y lo más importante, hubo algunos regaños (poquiticos), pero siempre hubo algo que comer y mucho pero mucho amor.

El pasado 6 de abril cumplió 75 añitos de juventud acumulada, tiene los achaques que no faltan con la edad, cumple con la "función social" de los abuelos (malcriar a los nietos) trasmite su experiencia, no se puede quedar quieta a pesar de que su rodilla no la deja casi mover, se volvió fanática del fútbol y de Millonarios por cuenta de su hijo mayor, quien la llevaba al estadio, cocina los mejores fríjoles ensopados que haya probado nunca, me cuida y aún se preocupa por mí.

La canción continúa y en otro aparte dice:

"La vieja Sara se está pensando 
que dentro e´ mi pecho cabe el olvido
deja que pasen los años 
que yo sigo siendo el mismo.

Un poco viejo me estoy poniendo 
será por los años que van pasando

Pero yo la quiero y la estimo
Porque yo sigo siendo el mismo"

La frase que nunca podré olvidar me la repitió desde que tengo memoria "mijo, estudie que es lo único que no le pueden robar", de alguna manera se la trasmito a mis hijas y ella me la repite para que yo se la diga a las niñas. 

Vieja Sara, gracias por guiar nuestro destino, gracias por obligar a hacer las tareas, gracias por enseñar de eso que llaman responsabilidad, gracias por tanto amor. Hoy soy profesional gracias a su tesón y a que me convenció de que era inteligente por tener dos coronillas.


(1) frase textual tomada de Vivir para Contarla de Gabriel García Marquez

Escrito y Publicado @Abdul_Jimenez_p

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